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Enriqueta Martí Ripollés |
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Portal de Santa Madrona, Barcelona. Uno de los lugares donde Enriqueta Martí ejerció la prostitución. |
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El Gran Teatro Liceo de Barcelona 1910. |
Enriqueta llevaba una doble vida: durante el día, mendigaba y pedía en casas de caridad, conventos y parroquias, vistiendo harapos, mientras que de noche se vestía con ropas lujosas, sombreros y pelucas, y se hacía ver en el Teatro del Liceo, el Casino de la Arrabassada y otros lugares donde acudía la clase acomodada de Barcelona. Es probable que en estos lugares ofreciera sus servicios como proxeneta especializada en niños. En 1909 fue detenida en su piso de la calle Minerva de Barcelona acusada de regentar un burdel donde se ofrecían servicios sexuales de niños de entre 3 y 14 años. Junto a ella, fue detenido un joven de una familia de alta posición social. Gracias a sus contactos con altas personalidades barcelonesas que contrataban sus servicios como proxeneta infantil, Enriqueta nunca tuvo un juicio por el asunto del burdel y el proceso se perdió en el olvido judicial y burocrático.
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Casino de la Arrabassada. |
Sin embargo, no tenía ninguna necesidad de mendigar, ya que además de su trabajo como proxeneta de niños, también ejercía la profesión de curandera, y su doble trabajo le daba suficiente dinero para vivir sin problemas. Enriqueta ofrecía sus ungüentos, pomadas, filtros, cataplasmas y pociones, especialmente para curar la tuberculosis, tan temida en aquella época, y todo tipo de enfermedades que no tenían cura en la medicina tradicional. Gente de clase alta pagaba grandes sumas de dinero por estos remedios. Supuestamente los productos que utilizaba para fabricar sus remedios estaban compuestos por restos humanos de los niños que secuestraba y prostituía. De esos niños lo aprovechaba casi todo, la grasa, la sangre, los cabellos, los huesos (que normalmente transformaba en polvo); por esta razón no tenía problemas para deshacerse de los cuerpos de sus víctimas.
El 10 de febrero de 1912 secuestró a Teresita Guitart Congost. Durante dos semanas todo el mundo la buscó y en esta ocasión hubo una gran indignación popular, ya que se demostraba que el temor de la población por los secuestros infantiles era fundado y que las autoridades habían sido extremadamente pasivas con este tema.
Sería una vecina, Claudia Elías, la que pondría a la policía tras la pista de Enriqueta Martí. El 17 de febrero de 1912 vio a una niña con el cabello rapado mirando desde un ventanal del patio interior de su escalera. El piso era el entresuelo del número 29 de la Calle de Poniente. La señora Elías nunca había visto a esa niña. La pequeña jugaba con otra criatura y Claudia le preguntó a Enriqueta si esa niña era suya y ella le cerró la ventana sin decir una palabra. Claudia Elías, extrañada, comentó el hecho al colchonero de la misma calle, con quien tenía amistad, y le hizo saber que creía que esa pequeña era Teresita Guitart Congost y que le había hecho sospechar la extraña vida que llevaba su vecina. El colchonero se lo hizo saber a un agente municipal, José Asens, y éste a su vez se lo comunicó a su jefe, el brigada Ribot.
El 27 de febrero de 1912, con la excusa de una denuncia por tenencia de gallinas en el piso, el brigada Ribot y dos agentes más fueron a buscar a Enriqueta, que se encontraba en el patio de la calle de Ferlandina. Haciéndole saber la denuncia, llevaron a la asesina hasta su piso. Ella se mostró sorprendida, pero no opuso resistencia, probablemente para no levantar sospechas. Cuando entraron los policías, encontraron dos niñas en el piso. Una de ellas era Teresita Guitard Congost y la otra niña que se identificó así misma como Angelita, hija de Enriqueta, cosa que más tarde sería puesta en duda.
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Enriqueta Martí en el circulo izquierdo de la fotografía. A la Derecha, Enriqueta M. al ser conducida al calabozo tras declarar ante el juez. |
Teresita explicó cómo en un momento en el que se alejó de su madre, Enriqueta se la llevó de la mano prometiéndole caramelos, pero al comprobar que se la llevaba demasiado lejos de su casa, Teresita quiso volver y Enriqueta la cubrió con un trapo negro, la cogió por la fuerza y se la llevó a su piso. Nada más llegar a casa, Enriqueta le cortó los cabellos y le cambió el nombre por el de Felicidad, diciéndole que no tenía padres, que ella era su madrastra y que así debía llamarla cuando saliesen a la calle. La mal alimentaba con patatas y pan duro; no le pegaba pero sí le pellizcaba y le había prohibido salir a las ventanas y balcones. Declaró también que la solía dejar a solas con Angelita y que un día se aventuraron a mirar en las habitaciones en las que Enriqueta les tenía prohibido entrar. En esta aventura encontraron un saco con ropa de niña llena de sangre y un cuchillo para deshuesar también lleno de sangre. Nunca salió del piso durante el tiempo que estuvo secuestrada. Teresita fue devuelta a sus padres después de haber declarado.
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Angelita tras los cuidados de los Enseñat (Conserje del Palacio de Justicia9. |
La declaración de Angelita fue más terrorífica. Antes de la llegada de Teresita a casa había otro niño, de cinco años, llamado Pepito. Angelita declaró haber visto cómo Enriqueta, le había matado en la mesa de la cocina. Enriqueta no se dio cuenta de que la niña la había visto y Angelita corrió a esconderse en la cama y se hizo la dormida.
Además la identidad real de Angelita pronto se puso también en entredicho, la niña no sabía sus apellidos, y decía ser hija de Enriqueta y que su padre se llamaba Juan, pero que nunca le había visto. La secuestradora sostenía Angelita que era hija suya, pero algunas vaguedades e incongruencias de las primeras declaraciones de Enriqueta les hicieron sospechar. Enriqueta cambiaba su primer apellido, Martí, por Marina. Durante las declaraciones a la policía confesó su auténtico apellido, hecho que fue corroborado por el testimonio de su marido Juan Pujaló. Con este apellido se hacía conocer y alquilaba los pisos, de los que casi siempre la echaban por no pagar el alquiler. El marido de Enriqueta se personó ante el juez por voluntad propia para saber sobre la detención de su esposa y declaró que hacía cinco años que no vivía con ella, que no había tenido hijos y que no sabía de dónde había salido la pequeña Angelita. Pujaló además declaró que Enriqueta ya le había mentido en el pasado con un falso embarazo y un falso parto. Un examen médico corroboró que Enriqueta no había parido nunca. Al final Enriqueta confesó que cuando había asistido a su cuñada María Pujaló, le había mentido haciéndole creer que la criatura había muerto al nacer para quedarse con ella.
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Periodistas en la puerta de la casa de Enriqueta Martí, el día de su detención , mostrando la ropa interior de la acusada. |
En una segunda inspección del piso se encontró el saco del que hablaban las niñas, con ropa de niños llena de sangre y el cuchillo. También encontraron otro saco con ropa sucia que en el fondo tenía huesos humanos de pequeñas dimensiones, al menos una treintena. Los huesos tenían marcas de haber estado expuestos al fuego. Encontraron también un salón suntuosamente decorado con un armario con bonitos vestidos de niño y niña. Este salón contrastaba con el resto del piso, que era de una gran austeridad y pobreza, y donde olía mal. En otra habitación cerrada con llave encontraron el horror que escondía Enriqueta Martí. En ella, había unas cincuenta jarras, botes y palanganas con restos humanos en conservación: grasa hecha manteca, sangre coagulada, cabellos humanos, esqueletos de manos, polvo de hueso, etc. También botes con las pociones, pomadas y ungüentos ya preparados para su venta.
Teresita Guitart, acompañada de sus padres y hermano. |
Fue interrogada por la presencia de huesos y otros restos humanos así como las cremas, pociones, cataplasmas, pomadas y botellas con sangre preparadas para vender que poseía en el piso y también por el cuchillo de desguazar. Enriqueta primero argumentó que hacía estudios de anatomía humana pero le hicieron saber que los huesos, según los forenses, habían sido sometidos a altas temperaturas, es decir, habían sido quemados o cocidos y presionada por los interrogatorios acabó confesando que era curandera y que utilizaba a los niños como materia prima para fabricar sus remedios. Decía ser una experta y saber confeccionar los mejores remedios y que sus preparados eran muy bien pagados por la gente adinerada y de buena posición social. En un momento de debilidad fue cuando sugirió que investigaran las viviendas de las calles Talleres, Picalqués, Juegos Florales y su casa de San Feliú de Llobregat. En ese momento ya se sabía condenada y quería beneficiarse de sus servicios como proxeneta de pedófilos. A pesar de ese momento de debilidad y de ira por la suerte que le esperaba, Enriqueta no delató ni un solo nombre de sus clientes.
Siguiendo las inspecciones, se registraron dos pisos más donde había vivido Enriqueta: un piso en la calle Talleres, un tercero en la calle Picalqués, y una casita en la calle Juegos Florales, en Sants. En todos ellos se encontraron restos humanos en falsas paredes y en los techos. En el jardín de la casa de la Calle de los Juegos Florales encontraron una calavera de un niño de tres años y una serie de huesos que correspondían a niños de 3, 6 y 8 años. Algunos restos aún tenían prendas de ropa, como un calcetín zurcido, que daba a entender que Enriqueta tenía por costumbre secuestrar niños de familias muy pobres y con escasos medios de buscar a su hijo desaparecido. Se encontró otra vivienda en San Feliú de Llobregat, propiedad de la familia de Enriqueta, donde también se hallaron restos humanos de menores en jarrones y botes, y libros de remedios. La casa pertenecía a la familia Martí, que era conocida en la población por el sobrenombre de "Lindo", pero estaba cerrada por la mala administración del padre de Enriqueta, según el testimonio del marido, Juan Pujaló.
En el piso de Poniente también se hicieron otros hallazgos: un libro muy antiguo con tapas de pergamino, un libro de notas donde había escritas recetas y pociones con una caligrafía muy elegante, un paquete de cartas y notas escritas en lenguaje cifrado y una lista con nombres de familias y personalidades muy importantes de Barcelona. Esta lista fue muy polémica ya que entre la población se creyó que era la lista de clientes ricos de Enriqueta. La gente creía que no pagarían por sus crímenes de pederastia o de compra de restos humanos para curar su salud por el hecho de ser gente rica. La policía intentó que la lista no transcendiera. Pero corrió el rumor de que en ella había médicos, políticos, empresarios y banqueros. Las autoridades, que tenían la Semana Trágica muy presente, y con el temor de que hubiese un motín popular, calmaron los ánimos de la gente, haciendo que el ABC publicase un artículo donde se explicaba que en la famosa lista solo había nombres de personas a quien Enriqueta mendigaba y que estas familias y personalidades habían sido estafadas por las mentiras y ruegos de la asesina.
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Prisión de Mujeres Reina Amalia (Barcelona). |
Una aragonesa de Alcañiz la reconoció como la secuestradora de su hijo de meses, unos seis años antes, en 1906. Por aquel entonces Enriqueta, con una extraordinaria amabilidad para con la mujer exhausta y famélica por un viaje muy largo desde su tierra, consiguió que le dejara a su hijo. Con una excusa ingeniosa se alejó de la madre para después desaparecer. La madre nunca recuperó a su hijo ni tampoco llegó a saber qué hizo con él.
Enriqueta sin embargo nunca llegó a juicio por sus crímenes. Un año y tres meses después de su detención, en la madrugada del 12 de mayo de 1913 falleció, estando el proceso en su contra aún en fase de instrucción. En enero del mismo año de su fallecimiento, tres médicos por encargo de la Audiencia, reconocieron a Enriqueta en la cárcel y le diagnosticaron un cáncer (probablemente cáncer de útero), siendo este la causa de su muerte. Aunque según la versión más popular, sus compañeras de prisión la mataron linchándole en uno de los patios del penal. Su fallecimiento prematuro no dio oportunidad de que en un juicio se supiese toda la verdad y todos los secretos que escondía. Fue enterrada con toda discreción en la fosa común del Cementerio del Sudoeste, situado en la montaña de Montjuïc de Barcelona.
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Cementerio de Montjuïc (Barcelona principios del siglo XX). |
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